Primer contacto: nueva Chevrolet S10

Primer contacto: nueva Chevrolet S10

En una estancia ubicada en las cercanías de Luján, tomamos contacto por vez primera con la flamante pick up global. Nuestras conclusiones.

En un día a pleno sol en la estancia “La República”, de Luján, nos sentamos por primera vez al volante de la nueva S10, la pick up mediana de Chevrolet lanzada regionalmente en Brasil (en febrero), y que desde el 15 de abril estará disponible en todos los concesionarios de la marca. Hasta el 30 del mismo mes se ofrecerá con precios promocionales de 200.071 pesos para la LTZ 4×2 y de 251.082 pesos para la 4×4 LTZ automática.

Si bien durante el test drive había disponibles varias unidades con los diferentes niveles de equipamiento (LS, LT y LTZ) y tracción, nos tocó en suerte una LTZ con caja automática de seis marchas y tracción 4×4.

Una de las primeras sensaciones que nos dejó la S10 es su logrado diseño, que le confiere una estética robusta y atractiva, ya sea vista desde su sector frontal como lateralmente. El sector menos atractivo quizá sea el posterior, aunque las luces con LEDs le aportan modernidad a un conjunto demasiado sobrio.

Puertas adentro encontramos lo que esperábamos, un amplio espacio tanto en las plazas delanteras como en las posteriores, con materiales que se ubican en la media del segmento. Algunos detalles: las teclas de los levantavidrios eléctricos, aunque bien ubicadas, carecen de iluminación, lo que las vuelve “invisibles” durante la noche; no tiene cierre de puertas en rodaje, y si por ejemplo un pasajero de las plazas traseras quiere bajarse, deberá esperar a que el conductor destrabe las puertas, o en su defecto destrabarla él mismo.

La posición de manejo es buena, pero no óptima, ya que carece de regulación en profundidad de la columna de dirección. Pero en términos generales no ofrece inconvenientes. Las butacas son cómodas, y las versiones LTZ además poseen tapizados de cuero y regulación eléctrica para el conductor. El espacio para los que viajan atrás es realmente generoso, con una holgada distancia entre las butacas delanteras y el asiento trasero.

El espacio en altura también es mucho, ya que personas de 1,80 metros no rozarán sus cabezas contra el techo. Además, el ancho de la carrocería permite que viajen hasta tres personas, cuyo mayor defecto es el bajo cojín del asiento, que en viajes medianamente largos inevitablemente cansará las piernas de quienes allí se ubiquen.

Todos los comandos están al alcance del conductor (radio, climatizador automático, levantavidrios eléctricos), mientras que la pedalera ofrece un correcto tacto y la dirección posee una asistencia ideal: ni muy pesada ni liviana en demasía. Como dijimos, en una primera instancia tomamos contacto con la versión automática, con una transmisión de seis marchas y opción de paso de marchas impulsional.

Es decir, que permite subir y bajar en forma manual los cambios, haciendo rebajes automáticos en caso de que fuera necesario. Los cambios, tanto en modo manual como automático, los realiza de forma casi imperceptible, sin tironeos ni brusquedades. También pudimos probar la caja manual, cuyo selector no es de los más precisos y el pasaje de cambios es algo largo, aunque está dentro de los parámetros esperables para una pick up.

Comenzada la marcha -bajo la atenta mirada de un instructor- por un circuito especialmente preparado para la ocasión, con lomos, cunetas, vados y arroyos en nuestro camino, junto a un grupo de colegas tomamos las primeras impresiones de manejo.

La suspensión fue una de ellas. Sorprende la robustez del conjunto (McPherson/independiente con barra estabilizadora), que no se inmuta ante el paso por pronunciadas cunetas y huellones, y que no transmite sequedades ni grandes golpes al habitáculo, contribuyendo al confort de marcha aún en caminos en mal estado. También es generoso el recorrido de las mismas, algo que quedó demostrado en las pruebas de “cruce de puentes”, en las que una de las ruedas queda suspendida en el aire.

Sólo elogios para el conjunto motor/caja. El propulsor de 2,8 litros entrega una potencia de 180 caballos y un torque de 44 y 47 kgm (con caja automática), dos especificaciones que se hacen sentir casi desde que se gira la llave de arranque. El motor empuja con decisión a partir de las 1.500 rpm, cualquiera sea el cambio elegido (lo probamos hasta en cuarta).

Una vez hundido el pedal derecho comienza a escalar la aguja del cuentavueltas y a subir la velocidad, que también puede verse en forma digital en el centro del tablero. El 2.8 no es de los más silenciosos, pero su “ronroneo” es muy agradable; no molesta para nada.

La tracción, que al igual que el modelo anterior se selecciona mediante un control electrónico (en este caso a través de una ruedita ubicada entre las butacas), no mostró puntos oscuros, con buena respuesta ante la exigencia del acelerador y capacidad de tractor con la baja conectada.

Un ejemplo de ello se dio a la hora de atravesar un bañado con agua que llegaba a la base de las puertas, o cuando los instructores de manejo decidieron enganchar una tolva de 6.000 kilos, a la que la S10 se encargó de remolcar apenas con el motor regulando, evidenciando el alto torque del motor Duramax. También se la sometió a pruebas de trepadas y bajadas, con las que pudimos comprobar las bondades de los controles de ascenso y descenso.

También hubo tiempo para poner a prueba el ABS, que la detuvo sin perder la línea de marcha, y el control de tracción y estabilidad, que corrigió la trayectoria en caso de pérdida de adherencia. Ambos sistemas mostraron un correcto funcionamiento sobre camino de tierra.

A la espera de tenerla en nuestro garaje para la respectiva prueba de manejo, el primer contacto con la S10 nos dejó una muy buena impresión. Así, dejamos las instalaciones de la Estancia La República sabiendo que es una digna reemplazante de su antecesora, vendida en el país desde 1996.

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